
Tengo ganas de abrazarte,
de ceñirme a tu cintura;
como aferrándome a una isla que no me pertenece.
Sabiéndote mío, siéndome ajeno
y sin ser tu dueña perderme en ti;
adentrando a una selva amazónica que me mataría
que sin consideraciones me tragaría,
asfixiaría. ¡Qué sé yo!
Te quiero y te amo en mis noches de angustia,
donde se explaya mi soledad,
donde quema y mata tu recuerdo,
y mi cama me recuerda que eres de otra,
que no soy tu dueña,
tu isla,
el terruño de tierra en el cual construirías tu casa.
Y aún así, te quiero.
Cuando caiga la noche,
cuando vegas a mi encuentro
buscando consuelo entre mis brazos,
te tomaré con cariño de madre,
me ceñiré a tu cintura
-como aferrándote a mi vida-
me perderé en tus ojos
intentando morir en tu mirada
mitigando así, la sed de mi piel.